jueves, 7 de diciembre de 2017

¿Tons qué?
¿Se va a hacer
o no se va a hacer la carnita asada?

Imagen tomada de http://drink-team.com.mx
La mejor afición de México se disputa la final de la liga de fútbol por primera vez en la historia. Las carnicerías ya acusan desabasto; cervecería venderá más ahora que cualquier otro día del año. Una población que aún no cumple un siglo como ciudad importante del país, de pronto, como por misteriosas artes, es hoy foco de diversos brotes culturales, al menos en apariencia. Uno de esos brotes, dícese, es el mundo del fútbol. Inversiones monstruosas de dinero y una compleja organización logística y mercantil, a la que se suma una inmensa -y muy flamable- afición, con porras muy bien organizadas hacen rodar la maquinaria del mercado futbolístico. Obviamente, como toda megaorganización, tiene su historia; y del mismo modo, como muchas cosas en Monterrey, se trata de una historia muy corta. Si bien el Monterrey nace en 1945 -según su página oficial- y Tigres -originalmente Jabatos- en 1957, es en realidad hasta la década de los 80 que comienza a formarse una afición regiomontana y, por ende, es también hasta esa misma década que empresarios comienzan a invertir seriamente en fútbol. No obstante su corta historia, el éxito fue inmediato y se multiplicó hasta llegar a esto que hoy vemos y de lo cual no sabemos a ciencia cierta cómo terminará. Lo que sí podemos saber es que hoy por hoy acapara la atención -y el bolsillo- de un importante segmento de la población regiomontana. Para no ahondar en ese punto -no es incumbencia de este escrito- y virar hacia el siguiente, revisemos los orígenes prácticos y mercantiles de este deporte que ya se adueñó del mundo: Según la FIFA, en 1863 se separó el "association football" del "rugby football", dando origen a los primeros partidos del fútbol moderno (desde hace siglos se juega en muchísimas culturas, con diferencias específicas y organizacionales, pero coincidentes en manejar una bola con el pie). Eso en cuanto a la creación del fútbol como deporte; sin embargo, en México tendrá otros orígenes y desenlaces mucho más afortunados... para los inversionistas, claro.
Tras la migración masiva de ingleses durante el siglo XIX -pues en ese entonces Inglaterra mantuvo un profundo interés en nuestro país, fracturado tras la invasión de Estados Unidos y la intervención francesa- un grupo entre ellos logró negociar la explotación de las minas ubicadas en el municipio de Mineral del Monte, mejor conocido como Real del Monte, en el estado de Hidalgo. La urgencia de los empresarios británicos por hacer que sus trabajadores soportaran las duras jornadas en las minas, así como medida preventiva contra huelgas o insurrecciones masivas de peones, les llevó a pensar en una actividad con la cual los trabajadores pudieran entretenerse. Tras pensar en diversas opciones, cayeron en la cuenta que la mejor era organizarlos en equipos para jugar el recién creado association football inglés, al tiempo que abarataban brutalmente costos para el esparcimiento de los mineros y -como pronto se dieron cuenta- sus familias, amistades y todos los interesados. Es decir, resultaba sumamente económico: bastaban un par de piedras para delimitar la portería, un poco de cal para trazar los límites del campo y cualquier trozo de cuero amarrado con una cinta que funcionara como balón. Asunto resuelto: los trabajadores nunca habían sido tan felices. Extenuados por la intensa labor, enfadados por el encierro y las miserables condiciones económicas en que vivían, una actividad en la cual correr, patear, perseguir un balón y gritar es el desahogo perfecto, aparte que complementaba la organización en el campo con la organización laboral. Fueron tales su éxito y el atractivo práctico para los empresarios que el 1 de noviembre de 1892 se funda el Pachuca Football Club. En un campo perteneciente a un inglés, quien lo usaba para juegos de crickett comenzaron los primeros partidos. El resultado de la combinación peones-jornadas extenuantes de trabajo-sueldos miserables-fútbol fue tan inesperadamente exitoso que un grupo de ingleses que residían en México formaron un gremio para poder administrar otras minas a lo largo del país, controlando el orden y la productividad con el gran invento, también inglés. Una gran ventaja del fútbol sobre otas actividades, aparte de su economía de recursos, era la capacidad de albergar porra, es decir, si yo soy obrero en una mina y voy a jugar, le aviso a mi familia, vecinos y amigos para que vayan a ver el juego. Y ya de pasada, pues unos tragos, ¿porqué no?
El fútbol como fenómeno comenzó a expandirse a lo largo del todo el mundo. La Federación Mexicana de Fútbol Asociación se funda el 23 de agosto de 1922 y observa un rápido crecimiento tras la segunda guerra mundial, justo cuando la productividad ya no debe estar enfocada a la guerra, sino a recuperar los años perdidos y trabajar doble debido a las vidas humanas perdidas, lo cual significaba menor cantidad de población laboral. ¿Solución? Necesitamos más clubes. Coincidente con el rápido ascenso industrial de Monterrey es que en 1945 y 1957 se fundan los clubes de Rayados y Tigres, respectivamente. Al principio no llamaba la atención de los regiomontanos, ya que Monterrey era beisbolero. Sin embargo el beisbol es un deporte muy distinto: es lento, dura demasiado y es más aburrido que el fútbol, que resultó ser catártico. Había que sustituir una actividad por otra. Con una fórmula ya probada en las mineras, se busca el incremento en la productividad, lo cual implica una mayor concentración en el trabajo, mejor organización y una verdadera entrega a la empresa. ¿Cómo les incentivamos? ¡Eureka! Y aquí la fórmula queda como anillo al dedo: una cultura del trabajo (una cultura prácticamente esclavista, pero es del trabajo), sin tiempo para el ocio -de ahí que el regiomontano nunca se destacó por la labor artística e intelectual. Queda, acaso, una excepción: Alfonso Reyes. Sin embargo, el regiomontano universal era una verdad a medias: de padre tapatío, Alfonso Reyes, aunque nacido en Monterrey, vivió en realidad muy poco tiempo aquí. Al terminar sus estudios en Colegio Civil se va para la Escuela Nacional Preparatoria; después de eso, ya no tendrá residencia fija en Monterrey, de modo que algo así como muy regiomontano, no es. Excelente helenista -destacan principalmente sus estudios sobre retórica-, no fue en realidad un gran poeta, aunque sí alcanzan una muy notable calidad. Sin embargo, algo que no termina de quedarme claro de Reyes es esa etiqueta que se empeña en darle al regiomontano: "Sin asomo de burla pudiera afirmarse que es un héroe en mangas de camisa, un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo, un mexicano sin posturas para el monumento y hasta creo que un hombre feliz". Como esa mentira que repetida mil veces se vuelve una verdad, el regiomontano del siglo XX tendrá como etiqueta el amor al trabajo, la entrega a la empresa y la férrea disciplina de la productividad. No tiene tiempo para el ocio. El beisbol no es un esparcimiento que se ajuste al carácter adoptado del regiomontano, ya que sus jornadas tienen un ritmo muy distinto a las jornadas laborales del asalariado.
La catapulta vendrá, entonces, en la etapa postindustrial de Monterrey: el cierre de fundidora, entre otras grandes empresas, abre la necesidad de buscar otro cobijo, distinto a la casa grande. Comienzan los pequeños empresarios y su contratación externa por parte de empresarios grandes, dando entrada a una incipiente atmósfera de subcontratación disfrazada de neoliberalismo. El trabajo se vuelve no solamente una carga, sino una deuda: para poder subsistir, el pequeño empresario tiene que gastar concentración, tiempo y energías hasta el cansancio. Pero, como es la costumbre -esa sí es costumbre originaria- el sábado puede desahogar todas esas enormes presiones económica y laboral. Su afán de pertenencia le hace tremendamente fácil casarse con su equipo al grado de defenderlo hasta límites patológicos. La fórmula está completa: más trabajo * más concentración (no quiero usar el término enajenación, aunque es eso) * más deudas= una desbordante necesidad de desahogar todas esas frustraciones. Y siendo el sábado el día tradicional de descanso del regiomontano, las piezas se acomodan solas: una carne asada, unas cheves, mi camiseta y a ver el fútbol en una explosión de histeria, al fin que me lo he ganado...
¿Ton's qué? ¿Se va a hacer o no se va a hacer la carnita asada?
Edgar Leal