viernes, 28 de septiembre de 2018

Fragua la historia con Crisol: Lezama en MAIA Comtemporary

“Ando entre las imágenes de un ojo
desmemoriado. Soy una de sus imágenes.
El fresno, sinuosa llama líquida,
es un rumor que se levanta
hasta volverse torre hablante.
Jardín ya matorral: su fiebre inventa bichos
que luego copian las mitologías”.
Octavio Paz

El tiempo se manifiesta en ese rodar meta-lógico de nuestros signos: de frenesí como de palidez; de vida y muerte, ya que la muerte se muestra en vida, en esa vida que ve lo otro. Así es como se forma la historia: el vaivén de escenarios, mostrados en forma y color, que respiran como un diálogo. Historia de un país -nuestro México- que urgente llama a despertar de un letargo en el que por muchos años hibernó una legitimidad secuestrada, despojada de figuración: esa figuración que determina, sin lugar a dudas una articulación, motor de la creación artística.

Tiempo como representante de lo ocurrido y lo porvenir: cumpliendo 20 años como pintor y 50 de vida. Y la cifra no es fortuita si atendemos al momento de nuestro país: un cambio anunciado, pero que de pronto muestra lo inesperado, pues lo inesperado es justamente el signo inequívoco del cambio en la historia. Daniel Lezama toma su experiencia como pintor y la impulsa apostando la vida en una carta totalmente nueva: con un dominio material indiscutible, suelta la pintura académica para lanzarse a una meta cuyo camino no conoce, pero que sabe que es el camino a seguir: la identidad. Y no se puede buscar identidad en el camino andado, sino en el que se distingue como propio. La fusión de elementos en donde la naturaleza y el artificio tejen el entramado de las mil voces de la compleja sociedad mexicana, en donde el hacha y las tijeras se muestran a nosotros como un espejo de símbolos que confiesa sus rasgos como nuestros, personificados en el artista, quien al mismo tiempo pone sobre la mesa el problema de la identidad: ¿quién soy soy? ¿Hacia dónde me dirijo? Gesto propio que deviene necesariamente universal, dado que México está volcando su existencia entera en esta puerta de transición al nuevo México, a su ser en la maduración. Esa necesidad de la presencia es signo y seña de una repetición que habla ya emancipada, pues la re-petición, en su reincidencia, toma por fin un curso evidentemente ajeno a sus momentos anteriores: la cara del mexicano, esta última etapa de la producción de Lezama.

Conductores (panel derecho)
2016
Óleo sobre lino
320 x 240 cm.
Colección del artista

Conductores (panel central)
2016
Óleo sobre lino
320 x 240 cm.
Colección del artista

Una pintura de formatos monumentales, en donde es posible dejar fluir los rasgos que encerrados, constreñidos, precisan amplitud espacial para albergar el paisaje abierto, olvidado por la institución de nuestro mundo artístico por mucho tiempo. Ese paisaje, venas abiertas de la unidad que constituye México, en una multiplicidad de símbolos: la mujer, quien sin su participación no accionaría nuestro engranaje social, tan mestizo como el artista, tan híbrido como La Fábrica, esa construcción de época porfiriana en la faldas del Iztaccíhuatl, cuyos vestigios nos muestran una fusión de lo antiguo y lo nuevo, la ruina y el progreso, lo europeo y lo mexicano, muy presente en la obra de Lezama. La exhibición consta de 23 piezas entre pinturas, esculturas y monotipos. Y así tiene que ser, pues a la manifiesta formalidad de la pintura se suma la incursión en lo tridimensional -que expone por primera vez- y la tradición de la potencia en el dibujo, gesto de sujeción a nuestra historia, signo de este nuestro mestizaje, que con todo el peso de la palabra lleva su nombre: Crisol.

Edén
2012
Óleo sobre lino
145 x 112 cm.
Colección del artista


Crisol de razas y de aconteceres: crisol de tiempo, ya que, en palabras de Aristóteles, la diferencia entre la historia y el arte está en que “uno -la historia- dice lo que ha sucedido, y el otro -el arte- lo que podría suceder”. Es por eso que el decir del artista deba ser un decir abierto, un universo de símbolos propios que muestran en las cicatrices particulares las cicatrices de toda la humanidad, de todos los momentos: ver a las mujeres en los enormes lienzos de Lezama es ver a la mujer mexicana de anteayer y la mujer de mañana; a la más cosmopolita empresaria y a la indígena, todo en un gesto arrancado del imaginario genuino, aquel que no precisa de modelo, pues en este caso el modelo imaginal está en ese universal que se cristaliza en este momento exacto, que se vuelve uno con nuestra actualidad, lance del artífice que derrama el autorretrato interno y lo exterioriza en todos los mexicanos. Este momento decisivo del artista es, definitivamente, el momento decisivo de la nación, hoy aún desterrada del museo institucional y aterrizada en una galería cuya arquitectura traza un arquetipo de este mestizaje, tan europeo como mesoamericano. Expresividad de una desnudez que aún percibe reticencia por parte de la recién creada Sercetaría, pero que encuentra cauce en la nueva cara del recinto artístico, expuesta en MAIA Contemporary, ubicada en Colima 159, colonia Roma Norte, en CDMX hasta el 4 de noviembre.

Edgar Leal