viernes, 28 de septiembre de 2018

Fragua la historia con Crisol: Lezama en MAIA Comtemporary

“Ando entre las imágenes de un ojo
desmemoriado. Soy una de sus imágenes.
El fresno, sinuosa llama líquida,
es un rumor que se levanta
hasta volverse torre hablante.
Jardín ya matorral: su fiebre inventa bichos
que luego copian las mitologías”.
Octavio Paz

El tiempo se manifiesta en ese rodar meta-lógico de nuestros signos: de frenesí como de palidez; de vida y muerte, ya que la muerte se muestra en vida, en esa vida que ve lo otro. Así es como se forma la historia: el vaivén de escenarios, mostrados en forma y color, que respiran como un diálogo. Historia de un país -nuestro México- que urgente llama a despertar de un letargo en el que por muchos años hibernó una legitimidad secuestrada, despojada de figuración: esa figuración que determina, sin lugar a dudas una articulación, motor de la creación artística.

Tiempo como representante de lo ocurrido y lo porvenir: cumpliendo 20 años como pintor y 50 de vida. Y la cifra no es fortuita si atendemos al momento de nuestro país: un cambio anunciado, pero que de pronto muestra lo inesperado, pues lo inesperado es justamente el signo inequívoco del cambio en la historia. Daniel Lezama toma su experiencia como pintor y la impulsa apostando la vida en una carta totalmente nueva: con un dominio material indiscutible, suelta la pintura académica para lanzarse a una meta cuyo camino no conoce, pero que sabe que es el camino a seguir: la identidad. Y no se puede buscar identidad en el camino andado, sino en el que se distingue como propio. La fusión de elementos en donde la naturaleza y el artificio tejen el entramado de las mil voces de la compleja sociedad mexicana, en donde el hacha y las tijeras se muestran a nosotros como un espejo de símbolos que confiesa sus rasgos como nuestros, personificados en el artista, quien al mismo tiempo pone sobre la mesa el problema de la identidad: ¿quién soy soy? ¿Hacia dónde me dirijo? Gesto propio que deviene necesariamente universal, dado que México está volcando su existencia entera en esta puerta de transición al nuevo México, a su ser en la maduración. Esa necesidad de la presencia es signo y seña de una repetición que habla ya emancipada, pues la re-petición, en su reincidencia, toma por fin un curso evidentemente ajeno a sus momentos anteriores: la cara del mexicano, esta última etapa de la producción de Lezama.

Conductores (panel derecho)
2016
Óleo sobre lino
320 x 240 cm.
Colección del artista

Conductores (panel central)
2016
Óleo sobre lino
320 x 240 cm.
Colección del artista

Una pintura de formatos monumentales, en donde es posible dejar fluir los rasgos que encerrados, constreñidos, precisan amplitud espacial para albergar el paisaje abierto, olvidado por la institución de nuestro mundo artístico por mucho tiempo. Ese paisaje, venas abiertas de la unidad que constituye México, en una multiplicidad de símbolos: la mujer, quien sin su participación no accionaría nuestro engranaje social, tan mestizo como el artista, tan híbrido como La Fábrica, esa construcción de época porfiriana en la faldas del Iztaccíhuatl, cuyos vestigios nos muestran una fusión de lo antiguo y lo nuevo, la ruina y el progreso, lo europeo y lo mexicano, muy presente en la obra de Lezama. La exhibición consta de 23 piezas entre pinturas, esculturas y monotipos. Y así tiene que ser, pues a la manifiesta formalidad de la pintura se suma la incursión en lo tridimensional -que expone por primera vez- y la tradición de la potencia en el dibujo, gesto de sujeción a nuestra historia, signo de este nuestro mestizaje, que con todo el peso de la palabra lleva su nombre: Crisol.

Edén
2012
Óleo sobre lino
145 x 112 cm.
Colección del artista


Crisol de razas y de aconteceres: crisol de tiempo, ya que, en palabras de Aristóteles, la diferencia entre la historia y el arte está en que “uno -la historia- dice lo que ha sucedido, y el otro -el arte- lo que podría suceder”. Es por eso que el decir del artista deba ser un decir abierto, un universo de símbolos propios que muestran en las cicatrices particulares las cicatrices de toda la humanidad, de todos los momentos: ver a las mujeres en los enormes lienzos de Lezama es ver a la mujer mexicana de anteayer y la mujer de mañana; a la más cosmopolita empresaria y a la indígena, todo en un gesto arrancado del imaginario genuino, aquel que no precisa de modelo, pues en este caso el modelo imaginal está en ese universal que se cristaliza en este momento exacto, que se vuelve uno con nuestra actualidad, lance del artífice que derrama el autorretrato interno y lo exterioriza en todos los mexicanos. Este momento decisivo del artista es, definitivamente, el momento decisivo de la nación, hoy aún desterrada del museo institucional y aterrizada en una galería cuya arquitectura traza un arquetipo de este mestizaje, tan europeo como mesoamericano. Expresividad de una desnudez que aún percibe reticencia por parte de la recién creada Sercetaría, pero que encuentra cauce en la nueva cara del recinto artístico, expuesta en MAIA Contemporary, ubicada en Colima 159, colonia Roma Norte, en CDMX hasta el 4 de noviembre.

Edgar Leal










martes, 28 de agosto de 2018

El estar mal de la cultura: Caso Opus

Valga este título para representar una situación muy peculiar por la que pasa nuestra cultura regiomontana -llamémosle, no sin cierta licencia, psique social. No nos detendremos en pormenores históricos: los judíos sefardíes, pilares de nuestra historia -solo la historia conocida- y originadores del sistema semifeudal que vive Monterrey; si Bernabé de las Casas era tinerfeño (nativo de Tenerife), con marcados rasgos mulatos o si fray Servando y Alfonso Reyes sean los únicos próceres universales de nuestra cultura en los 422 años de existencia de Monterrey desde su fundación, en 1596. Hablemos, pues, del presente inmediato y lamentablemente la situación más deplorable que ha tenido como cultura en todo su haber, tanto en sus desarrollos artísticos como en la condición de sus instituciones culturales, así públicas como privadas. Y como si fuera la firme intención de la cultura –aunque no toda, sí una gran parte– esta se muestra cada día más golpeada, como si a cada momento perdiera un poco más seriedad y dignidad. Y el asunto se vuelve de una gravedad insostenible cuando las caras de todas las instituciones culturales, simultáneamente, cometen los más graves errores; peor aún: frente a los ojos de los regiomontanos.

Casi como si sonara a una extraña paradoja, una de las armas más poderosas usadas contra la cultura regiomontana a lo largo de su historia reciente ha sido justamente la llamada “cultura del trabajo”, de la cual el habitante regiomontano promedio ha sido una feliz víctima: en su gran mayoría empleados de alguna empresa, no tienen tiempo para pensar en el desarrollo humanístico. Y aquí comienza la gran paradoja: una megalópolis, cuyo asombroso flujo de dinero no se corresponde, ni por muy lejos, con el desarrollo de sus expresiones artísticas, humanas y culturales en general, ¿es posible? ¿Acaso -preguntará el ciudadano promedio- deben tener alguna relación ambas caras de la sociedad? El empresario y el artista, dos personajes contrastantes de cualquier entorno social, ¿guardan algún parentesco? ¿Cómo se mide esta proporción? Efectivamente, hay modos muy puntuales de realizar estas mediciones. También efectivamente, una es signo y reflejo de la otra, siempre desde la base que hace posible cualquier desarrollo social: el capital. Y el manejo de este curioso elemento básico es idéntico en ambos campos. Baste la mención, para comenzar, del gran orgullo que siente el regiomontano promedio del comportamiento social: siempre defendiendo la imagen del buen trabajador, que no tiene oportunidad de “perder el tiempo” reclamando sus legítimos derechos; mucho menos tendrá tiempo para aquello conocido como “ocio digno”; es decir: las expresiones artísticas y del pensamiento. De ninguna manera: eso es para los desquehacerados del centro y sur del país. Difícilmente el regiomontano se dará a la tarea de preguntarse cómo, porqué y desde cuándo Monterrey es la ciudad de las riquezas: es menester enterarse que no hace muchos años y por no muy decentes modos, los primeros grandes regiomontanos comenzaron a producir cantidades impresionantes de dinero, siendo que antes su tierra apenas tenía importancia como ciudad, quedando incluso debajo de Saltillo, por dar un ejemplo.

Así es: el capital como fuente primigenia del carácter de una cultura. El problema no es este principio del desarrollo de toda sociedad, -no existe otra manera de lograr el desarrollo de una sociedad- sino los modos en que este capital es producido, empleado y, lo más importante: las intenciones con las que se construyen sus finalidades. Así como se ha inculcado de una manera asombrosa ese orgullo por lo que no se tiene -estaremos de acuerdo en que la gran mayoría de los habitantes de Monterrey no tiene cubiertas todas sus necesidades en comparación con la cantidad de dinero que circula- es que también se ha ido adaptando este mismo discurso local al avance histórico de la sociedad global: la posmodernidad y la era postindustrial. Y los rumbos que estos movimientos generan se vuelven alarmantes hasta el escándalo: una cultura cegada históricamente, de pronto se vuelve un vil señuelo, un burdo engaño, a sus habitantes: el tratamiento de la llamada posthistoria. Es urgente entender que no podemos hablar de posthistoria sin dominar la historia; es tan absurdo como querer correr cuando apenas se está aprendiendo a gatear. No es sencillo hacerlo evidente cuando se está dentro de la vorágine; sin embargo, con la ayuda de las sentencias de Baruch Spinoza, célebre filósofo holandés del siglo XVII -y ciertamente judío sefardí, igual que nuestros ilustres fundadores de Monterrey- podremos apreciarlo con más claridad.

Para Spinoza, la certeza en la apreciación de las cosas que conocemos -entendemos esto como comprender cabalmente nuestro entorno- depende de tener una idea clara de las cosas que estamos viendo y que, de algún modo, nos quieren mostrar. Digo y reafirmo “nos quieren mostrar” por la sencilla y contundente razón que el signo -todo aquello que funciona para lograr el entendimiento entre los individuos, las instituciones y las sociedades- requiere, para existir, de dos elementos: invención y convención. Entendemos por invención cuando un individuo, de un modo más o menos arbitrario, enuncia la existencia de algo; así como tendremos por convención cuando ese algo de lo que se habla es aceptado por el resto del universo implicado. Esto es: para que exista un signo, es necesario que alguien lo enuncie y el resto lo asuma. De ahí que los semiotas y los estudiosos del lenguaje afirmen que el signo es convencional y arbitrario. Arbitrario porque alguien -persona o grupo- lo instituye; convencional porque el resto de las personas acepta su uso y sus funciones. Del uso que se aplique para los fines previstos es que sus resultados se apreciarán por los miembros del universo cultural.



Regresando a Spinoza, dice este que el entendimiento funciona de acuerdo a la apreciación de las ideas, comprendiendo como idea todo asunto o cosa que pueda cruzar por la mente y con miras a ser compartida y dilucidada. Existen, pues, para Spinoza y el spinozismo, ideas falsas, ficticias, ilusorias y verdaderas; cada una tiene su explicación. Comencemos, pues, con la que más se ajusta al texto que nos tiene aquí: el caso de Opus y Radio Libertad, el cual veremos detalladamente a continuación. Explica, pues, Spinoza, que la idea falsa “implica el asentimiento; es decir… que, al presentarse a la mente las representaciones, no se le presentan las causas por las que ella puede colegir” (Spinoza, “Tratado de la Reforma del Entendimiento”, p. 102, Alianza Editorial, Madrid, 1988). Dicho con otras palabras, una idea falsa es todo aquello que se pueda presentar a la mente sin que se muestren ni entiendan las causas que la originaron. Y aquí comienza una de las gravísimas fallas que están resquebrajando a la cultura de Monterrey: hace poco más de un año, Opus 102.1 FM fue, por decisión del gobernador de Nuevo León Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón y con un aviso al público de dos días de anticipación, deliberadamente removida para pasar a sintonizarse en el 1510 de AM, quedando en su lugar la hoy conocida como “Radio Libertad”, propuesta por el gobernador en cuestión; es decir: se procedió a su virtual y paulatina desaparición. A raíz de este suceso se formó el grupo “Opus” en pos del regreso de Opus a su frecuencia original: 102.1. Desde su primera aparición en calidad de protesta en la Explanada de los Héroes el domingo 30 de julio de 2017 hasta la fecha, el grupo se ha manifestado para exigir el regreso de Opus y la migración de Radio Libertad a cualquier otra estación, de AM o FM, que implique el respeto a Opus en la 102.1 de FM. No bastando la insistencia institucional en dejar Radio Libertad, tras diversas reuniones con autoridades de TV y Radio NL, así como con el gobernador Jaime Rodríguez y con Manuel González -gobernador interino mientras Rodríguez se encontraba en campaña para contender por la presidencia de México- Radio Libertad se quedó en 102.1 de FM, dejando a Opus en 1510 de AM. A partir de octubre de 2017 se hizo caso omiso a las exigencias del grupo “Opus”, que realmente representa a la cultura neolonesa, pues se trata de un grupo que ejerce una protesta ciudadana hecha por ciudadanos. Sin embargo, desde hace varias semanas se han logrado reanudar las charlas en torno al asunto, aunque esta vez se ha invitado al grupo “Opus” a discutir la pertinencia del regreso de Opus a FM y la migración de Libertad a cualquiera otra estación ajena al 102.1 FM.

Gerardo López Moya, locutor del programa de radio “Taller Abierto”, de Radio Libertad, fue el encargado de recibir a distintos miembros en representación del grupo “Opus”: Oscar “Zensei” González, José Luis Rodríguez, Héctor Leal y un servidor, en una primera reunión, para discutir los desacuerdos. Detalle interesante fue un comentario emitido por López Moya: “Hay falta de representatividad”, queriendo decir con esto que el grupo “Opus” no tiene representatividad: y es justamente la falta de representatividad lo que acusa tal afirmación: no acudió al programa el gobernador y, aunque Osvaldo Antonio Robles López, director de TV y Radio NL nos acompañó -desde afuera de la cabina- no intervino esa primera ocasión. No es necesario mencionar que López Moya no tenía una idea clara de los detalles de la protesta: no ha asistido los domingos y por el tono de las preguntas que realizó, ni sabe ni le interesa saber qué es lo que ocurre; antes bien, a juzgar por la calidad de sus comentarios, tenía instrucción de simplemente desacreditarla por todos los medios posibles. Hubimos de aplazar la discusión a la siguiente semana -7 de agosto- para reanudar el diálogo, esta vez con ciertos cambios: un servidor no pudo asistir; estuvieron, en cambio, Héctor Leal, Oscar “Zensei” González, José Luis Rodríguez y Javier Castillo, todos miembros activos del grupo “Opus”. Destaca la asistencia, esta segunda ocasión, de Osvaldo Robles, quien -ya mencionamos- es el director de Radio y TV NL, así como Cuitláhuac Quiroga Costilla, conductor del programa “La Raya del Vértigo”, que se transmite los lunes de 18:00 a 19:00 horas y Genaro Saúl Reyes Calderón, quien conduce el programa “35 milímetros” los viernes de 18:00 a 19:00 horas, así como co-conduce al lado de Gerardo López Moya el programa “Todo cabe en un jarrito” los jueves de 13:00 a 14:00 horas, todo desde las filas de Radio Libertad. Es importante mencionar que tanto Cuitláhuac como Genaro Saúl son reconocidos intelectuales en el ámbito cultural de Nuevo León y tienen una colaboración activa en Radio Libertad. Sorprendió la inesperada invitación, por parte de López Moya, de ambos personajes, sobre todo en la inteligencia de su prestigio intelectual, contrastando terriblemente con el propio de López Moya: no es lo mismo famoso que talentoso. Entonces, las cosas tomaron un tinte distinto ese 8 de agosto: comenzando por las declaraciones tanto de Cuitláhuac como de Genaro Saúl, quienes parecían estar dictando cátedra al respecto de qué es y qué no es cultura. Y es verdaderamente admirable el desempeño de ambos, principalmente cuando se trata de tergiversar el sentido de las cosas con la finalidad de justificar las acciones injustificables. Y es aquí que acudimos de nuevo a Spinoza para que nos ayude a desentrañar la definición de las ideas ficticias, pues estas se forman cuando, tras afirmar una ficción, dar a esta en calidad de certeza para pasar a otra cosa, haciendo uso de argucias retóricas para que esta ficción pase por verdad y evitar así cualquier cuestionamiento: “Quizá alguien piense que la ficción tiene por límite la ficción y no la intelección, es decir, una vez que he fingido algo y, haciendo alarde de cierta libertad, he afirmado que existe así en la realidad, eso hace que no pueda después pensarlo de otra forma”. Procediendo mediante argumentos de este tipo, no es difícil dar «gato por liebre» a la hora de emitir una planteamiento bajo el supuesto de una mejora, no en la calidad de la radio -indiscutiblemente bajó la calidad en los contenidos que transmite Radio Libertad en comparación a los que transmitía Opus- sino en su carácter de “inclusión”, ese tema que ha sido objeto de los más acendrados debates en los últimos tiempos: “Pero en sí la cultura es un todo: todo aquello donde quede registro del ser humano es cultura” argumentó Genaro Saúl en el minuto 16:45. A esta afirmación cabe responder que efectivamente es cierta; sin embargo, es menester considerar la intención bajo la cual se afirma dicha frase; en pocas palabras, “todo aquello donde quede registro humano” es una afirmación tan elástica que se puede usar para corroborar, en el sentido estricto de la palabra, cualquier cosa, sea verdad o mentira. O como dijera Umberto Eco en su célebre libro “Tratado de Semiótica General”: “La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda CONSIDERARSE como signo. Signo es cualquier cosa que pueda considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe subsistir de hecho en el momento en que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir… Si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad no puede usarse para decir nada”. (Eco, Umberto, “Tratado de Semiótica General, p. 22, 5ª edición, 2000, Ed. Lumen, Barcelona, España). Es de sorprenderse que un intelectual con tal prestigio en el ámbito académico y mediático tenga esas desafortunadas intenciones con la finalidad de confundir a sus interlocutores, así como convencer a los radioescuchas que está diciendo la verdad. Y regresando a nuestro filósofo Spinoza, podemos decir con él que “…cuanto menos entiende la mente y más cosas perciba, mayor poder tiene de fingir, y cuanto más entiende, más disminuye ese poder… mientras pensamos, no podemos fingir que pensamos y que no pensamos, así también, una vez que hemos conocido la naturaleza del cuerpo, no podemos fingir una mosca infinita… Por ejemplo, una vez que he fingido (por hablar como ellos) que la naturaleza del cuerpo es tal y he logrado persuadirme, usando de mi libertad, que es realmente así, ya no puedo fingir, por ejemplo, una mosca infinita…”. Dicho con nuestras palabras, hablando en la inteligencia de una intención clara y honesta, no sería posible afirmar que “la cultura es todo”: esto es equivalente a decir que la cultura es nada. Es precisamente por afirmaciones como esta que la idea de inclusión toca, políticamente, los más ridículos absurdos por los cuales pasa la cultura global. Que un especialista en lenguaje juegue con estas afirmaciones solo da lugar a que estas sean consideradas como un deliberado embuste.

Para continuar con nuestro entendimiento de las ideas ficticias, tenemos las declaraciones de Cuitláhuac, quien manifestó en el minuto 11:40 “En la medida en que construyamos medios más democráticos, más incluyentes y más participativos, donde también se encuentren las deliberaciones y las disidencias, en esa medida reflejamos más el ambiente democrático del Estado… Entonces, si el debate es si es incluyente o es incluyente esta propuesta… en esta importante marca que se llama Libertad, pues creo que no ha lugar, porque la propuesta que tenemos ahora es una propuesta que escuchó a todos, es una propuesta que incluye a todos y es una propuesta que siempre piensa por todos”. Aquí estamos frente a una argumentación más sutil, aunque de fondo mucho más engañosa: es lo que los oradores retóricos medievales llamaban Petitio principii o “Petición de principio”: esto ocurre cuando la conclusión del argumento se encuentra implícita entre las reglas: “En la medida en que construyamos medios más democráticos, más incluyentes y más participativos, donde también se encuentren las deliberaciones y las disidencias, en esa medida reflejamos más el ambiente democrático del Estado”… un momento: fue precisamente el gobernador quien, como representante del Estado, tomó deliberadamente y sin consulta alguna la decisión de migrar Opus a AM. Al parecer la falacia la encontramos justamente en la pregunta: ¿qué es, entonces, lo democrático? La decisión de migrar Opus, definitivamente no. Ahora bien: podemos entender -nunca justificar, sino solamente entender- que el gobernador haya ejecutado el arbitrio de imponer Libertad en el 102.1 FM y, para hacerlo, migrar Opus al 1510 AM; sin embargo, bajo absolutamente ningún argumento podemos entender esa decisión como democrática: ¿quién puede afirmar falla lógica tan grande?

Es verdaderamente desalentador que intelectuales como los dos de quienes hemos hablado tengan la valentía de jugar con argucias retóricas con la finalidad de convencer: ¿cayeron en los más básicos errores lógicos? ¿En verdad están convencidos de tales afirmaciones? ¿Utilizaron su investidura con la deliberada intención de mentir? ¿Qué es lo que persiguen con tales declaraciones? Quizá sea la llamada “línea” política. Es bien sabido que en cualquier ámbito político, la meritocracia poco o nada tiene que ver con la jerarquía de algún puesto burocrático -trabajar en Radio Libertad es, por antonomasia, ocupar un puesto burocrático. Entonces: ¿están, tanto Cuitláhuac como Genaro Saúl, defendiendo su puesto en Radio Libertad, apoyando a su vez a Gerardo López Moya? Cabe mencionar que este último no tiene idea de lo que ocurre y si bien se ha desempeñado a lo largo de su trayectoria profesional como un reportero con actitud más bien prosaica, es un neófito de los estudios lingüísticos, a diferencia de Quiroga y Reyes; sin embargo, López Moya se esfuerza terriblemente por desacreditar la legitimidad del grupo “Opus” y de la protesta ciudadana que por más de un año hemos sostenido, domingo tras domingo, para regresar a la ciudadanía su legítimo derecho de cultivarse por medio de la estación. ¿Hay algo que no sepamos? Quizá yendo un poco más a fondo en el tema logremos desentrañar, al modo del investigador -pues, etimológicamente hablando, investigar significa algo así como despojar las vestiduras- algo que no sepamos.

Cuitláhuac funge como director de Tilde Editores, la cual ha publicado libros para la institución, tanto académica como gubernamental -particularmente la UANL y el Gobierno del Estado de Nuevo León. No se niega -en absoluto- su profesionalismo como editor de libros y conocedor de las letras. Antes bien, al contrario: es en virtud de su amplio conocimiento y la calidad de su desempeño técnico como editor que sabemos de quién hablamos. Lo verdaderamente desconcertante es darnos cuenta de las razones por las cuales ha participado en este deliberado intento por confundir a los miembros del grupo “Opus” mediante argumentaciones cuidadosamente construidas, pero en todo caso falsas: ¿se sentirá obligado a defender la legitimidad de Radio Libertad, aún a costa de arriesgar su prestigio como intelectual? Una respuesta afirmativa sería muy desafortunada. Por su parte, Genaro Saúl, quien trabajó durante muchos años como docente en el entonces Colegio de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL; un profundo conocedor académico en su ramo y con amplia trayectoria en crítica cinematográfica, así como buen reseñista de lucha libre, uno de sus pasatiempos favoritos y uno de los temas de cultura popular más destacables del universo cultural mexicano; este reputado intelectual, ¿qué motivos puede tener para caer, al igual que Cuitláhuac, en una circunstancia tan embarazosa como mentir abierta y públicamente, defendiendo lo indefendible? Sabemos que Genaro tiene muchos años colaborando en Radio NL, así como su historial de publicaciones le respalda en tanto escritor y pensador. ¿Qué le apremiará a arriesgar su historial y la seriedad de su imagen? Entonces y dadas las circunstancias, entendemos que no será difícil ir contra toda regla para intervenir un horario que por ley es designado a la transmisión de los valores culturales, tanto nacionales como estatales, los domingos de 22:00 a 23:00 horas, es decir: la Hora Nacional. Sí: Genaro Saúl Reyes ha tomado -en diversas ocasiones- la decisión de intervenir en ese horario. ¿Qué autoridad, pues, le confiere tales permisos? A partir de su nombre: Genaro Saúl Reyes Calderón, es de muchos sabido entre el público general, así como de miembros de Radio NL en particular, que guarda una relación de parentesco con una persona en particular, cuyo nombre completo es: Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón… efectivamente, el actual gobernador del Estado de Nuevo León. ¿Será, entonces, que las intenciones que se ocultan tras un inocente programa de radio, en el cual se discuten puntos como inclusión, democracia y pluralidad, sean tan obscuras como la defensa de lo imposible solamente por conservar una jerarquía que absolutamente nada tiene que ver con el desempeño profesional, el talento y la dignidad? El mismo que Osvaldo Robles ha tenido que defender bajo los más absurdos argumentos, obligado desde su inexperiencia burocrática -después de trabajar dieciséis años como reportero e Instructor de periodismo en el periódico “El Norte” del grupo “Reforma”, en 2015 es llamado por Jaime Rodríguez para ocupar el puesto de Director de Enlace y Prensa de la Coordinación General de Comunicación Social del Estado de Nuevo León, para ser nombrado, en abril de 2016, como Director de Radio y TV NL. Retomo: sin ninguna experiencia burocrática y desempeñando un puesto de reportero en un periódico particular durante toda su carrera, de la noche a la mañana se le asignan tareas en el buró gubernamental. Presa fácil de un político con harta experiencia en las filas del PRI.

Y es el mismo Osvaldo Robles quien declaró en el programa del 8 de agosto, minuto 26:30 que “el gobernador convocó a un grupo de la audiencia de Opus a tener una reunión con él y a sentarse a dialogar: una mesa de negociación que estuvo presidida entonces por el maestro Manuel Yarto y con ellos se llegó a un acuerdo; esa mesa de diálogo que fueron muchísimas sesiones de muy largas horas… La mesa fue moderada por el presidente de Conarte, Ricardo Marcos y en esa mesa se acordó lo que hoy tenemos como programación en Libertad”. Es curioso notar que los miembros de “Opus” al programa “Taller Abierto” ignoraban esa reunión de la que Robles hacía mención; sin considerar que el doctor Manuel Yarto Wong -quien se desempeña como profesor-investigador de comunicación en la Universidad Regiomontana desde 1997- no pertenece al grupo “Opus”, así como el grupo desconoce su representación en el mismo. Es decir, ¿qué ocasionó que Yarto presidiera una reunión con el gobernador Jaime Rodríguez para acordar los -presuntos- términos en los cuales quedaría la impuesta Radio Libertad? Si consideramos que el mencionado acuerdo fue durante principios del otoño de 2017, debe existir alguna razón que le colocara en esa inventada reunión; más aún implicando a Ricardo Marcos, presidente de CONARTE, en la mencionada reunión. Buscando un poco, daremos con la información relativa a la entrega, por parte de la Asociación de Periodistas de Nuevo León “José Alvarado Santos”, del Premio Anual de Periodismo “Francisco Cerda Muñiz” 2017, en la categoría de Maestro Periodista, a Manuel Yarto Wong.





Cabe mencionar que la categoría de Maestro Periodista no existía hasta la edición del año en mención. ¿Un premio de generación espontánea? ¿A un profesor que, mágica y misteriosamente, sin pertenecer al grupo “Opus” se toma una licencia que no le pertenece, faltando con esto a toda ética del ejercicio y la investigación periodísticos? ¿Premiado tras un acto tan vergonzoso? Creo que hay algo -muchos algos- que definitivamente no cuadra(n). Sin embargo, las autoridades estatales lisa y llanamente se niegan a devolver ese tesoro que llevaba 27 años transmitiendo música genuina y con un contenido innegablemente enriquecedor, comentado por locutores que conocían a fondo cada tema que trataban, aterrizando al escucha en el contexto histórico, simbólico y social pertinente a cada pieza, opera o sinfonía que transmitían. Es simplemente incomprensible que, a lo largo de esos 27 años, apenas hubo algunos cambios en determinadas y puntuales partes de la programación, siempre respetando la estructura funcional de la estación, desde que se estableció; en contraste, Radio Libertad, a un año de su imposición -no es lo mismo que creación- va hasta este momento -oficialmente- en su pauta número 74; extraoficialmente, lleva más de 150 cambios y sigue sin tener pies ni cabeza. Evidentemente, los hechos hablan por sí solos. Y sea esta, dada la pertinencia, una respuesta clara a la pregunta: ¿porqué Monterrey ha tenido solamente dos pensadores universales en su historia, si las condiciones en su flujo de capitales debe dar para mucho, mucho más? Definitivamente Monterrey tiene suficiente cantidad de artistas e intelectuales de talla mundial. El enorme problema -lo cual constituye un estorbo para el desarrollo cultural- es que, por un lado, las autoridades parecen hacer un gran esfuerzo por no dejar brillar a nuestra cultura, mientras por el otro lado aquellos artistas e intelectuales que logran hacer contacto con la institución burocrática no tienen empacho en echar a perder su dignidad de profesionales artístico-intelectuales por unos cuantos pesos, hundiendo a su paso a aquellos que sí tienen todas las posibilidades para brillar y hacer brillar a nuestra tierra. Sea definida, pues, la realidad desde los elementos objetivos de la realidad.

jueves, 18 de enero de 2018

La rueda del tiempo
en los ojos de una nación cuadrada

Los mayores placeres de la vida son gratuitos; los segundos mayores placeres de la vida cuestan un dineral. Caminar es, a título personal, uno de los mayores placeres de la vida. Dejemos a un lado, por el momento, los motivos de salud relacionados con la caminata, ya que no es pertinencia de este escrito: el simple andar obliga observar detalladamente los cambios de perspectiva de las edificaciones cuando se transita por la ciudad; percibir los aromas del pueblo, adivinar los platillos que se cocinan dentro de las casas, sentir la inmensidad del ecosistema cuando se recorre el monte, el desierto, el bosque o la playa. Y lo más envolvente de caminar, aquellas cosas a las que nada les iguala: la observación y la contemplación. Mirar el mundo, consumirlo incesantemente mientras los ojos ubican todo; medir el espacio y sentirlo en su dimensión real con los oídos. Si se sube la brecha que lleva a la meseta del cerro de la Silla, en Monterrey, sentir cómo la hierba silvestre tapiza el suelo rocoso y el aire quema en las fosas nasales mientras el oxígeno parece reducirse; dejar que la hostilidad de su clima atraviese la piel y altere los sentidos en sus eternas circunstancias extremas o sobrevivir milagrosamente mientras se camina por sus calles hechas para todo menos para peatones, acaso con una milagrosa excepción de la calzada Madero. Perderse en cualquier paisaje boscoso de la jungla de asfalto, la vieja ciudad de hierro; observar el caballito de Sebastián que se posa como ombligo del complejo mercantil en el corazón de la avenida Reforma de la ciudad de México; convertirse en un elemento más del hormiguero que es la red del metro, ese metro que se sostiene milagrosamente con cables caducados hace ya muchos años; los vagones posados sobre llantas con más agujeros parchados que centímetros cuadrados de sus caras; vagones rosas cuyas ocupantes suelen ser más salvajes que reclusas de Santa Martha; calles de pavimento pesado como roca volcánica apisonada e interminables filas de coches que asfixian el ambiente. En Guadalajara, recorrer Chapultepec y sentarse un rato a sentir el fresco aroma a tierra mojada, sus paseantes aburguesados, quienes no sienten pena del uso terriblemente pobre de su léxico: para ser franco, en cualquier lugar de México se habla de modos vergonzosos, con un uso de muletillas y modos de expresión que asustan. En fin, toda ciudad tiene sus particularidades, tanto climáticas como culturales –que la cultura es, en el último de los casos, hija del ecosistema. Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato, Pachuca, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez, Cancún, Saltillo, Hermosillo, Culiacán, Tijuana y un sinfín de pueblos, ciudades y algunas megalópolis ostentan, cada una, particularidades que enriquecen el carácter de una nación. Y en tanto nación, esta nación que está a punto del colapso por su pésimo desempeño político, el cual ostenta un partido revolucionario que es todo menos revolucionario, un partido de izquierda que es todo menos de izquierda y un partido de derecha que no se requiere y se disuelve en los otros dos partidos que sí son de derecha; mientras esos tres partidos –subrayo- que tienen partidos satelitales que funcionan ya bien como rémoras de los otros partidos, ya como renegados paladines solitarios en una labor quijotesca, inundan de propaganda el país, gastando desvergonzadamente y con un cinismo que bien llamaría la atención de Stalin, dinero del pueblo que puede y debe utilizarse en la atención de las necesidades de la nación; mientras la atención de los integrantes de esta misma nación se derrama en una absurda y obstinada lucha por politizar asuntos ya locales, ya personales, intentando globalizar una visión de pobres contenidos –veganos, feministas, lgbti, defensores de los animales, promotores mágico-míticos de fuerzas desconocidas, new agers y un larguísimo etcétera-, surge, necesaria y casi escondida en un rincón de nuestro universo cultural, una pregunta de primer orden: ¿Qué es esto a lo cual yo pertenezco, pero que parece a todas luces no existir? ¿Cómo entiendo yo una nación que hace todo lo posible –en cualquier ámbito- por no ser nación?
Desde los dirigentes, las clases políticas, los empresarios, los “godinez”, empleados burocráticos, pequeños empresarios, profesionistas especializados, independientes, informales, desempleados, estudiantes, amas y amos de casa, campesinos, obreros, inmigrantes que vuelven cada determinado tiempo, presos, enfermos mentales, desahuciados, artistas, intelectuales, científicos, filósofos; en fin, todos los brazos que componen el sistema nación, todos –al menos la gran mayoría- cargan con preocupación una inevitable pregunta en este presente más incierto que nunca: ¿Qué nos espera? ¿Cómo salimos de este hoyo en el que estamos sumidos y del cual parece no haber escapatoria?
Invariablemente de todas las respuestas posibles, una hay a la cual no es posible sustraerse y de la que brotan, disparadas como esquirlas de granada, una gran cantidad de cuestiones subsecuentes, una a una de las cuales iremos viendo puntualmente; una pregunta que se ha hecho ya en diversas ocasiones a lo largo de nuestra historia que ya sobrepasa los 200 años, sin encontrar una respuesta satisfactoria, pues ha podido más el interés personal que la preocupación genuina por la propia cultura. Octavio Paz, de quien se dice escribió el mejor tratado de nuestra nación, realmente ocasionó mucho más daño del que se pudo pensar: ¿cómo creerle a un individuo que siempre obró con la finalidad de mantenerse en la cúspide de una élite intelectual, desaprobando o simplemente ignorando los esfuerzos de todo artista o pensador que no perteneciera a su equipo? Amén de las propuestas propias de Paz –hay muchas circunstancias por las cuales sospechar que muchos de sus escritos no fueron suyos-, defender encarnizadamente a un partido que aplastó –y sigue aplastando- brutalmente el sentir de una nación durante tantísimos años, logrando como premio a su tenacidad obtener los puestos que a conveniencia ostentaba y haciendo un falso alarde de conmiseración a un pueblo que le admiraba por su vena poética, su elegancia y profundidad al escribir y su pretendida solidaridad con “los de abajo” –su polémica renuncia, en octubre de 1968, que fue en realidad “disponibilidad”, un recurso diplomático para no ejercer y seguir cobrando-, lo puso en un lugar privilegiado: no podía ser vituperado ni por los mandos gubernamentales ni por la sociedad civil, mientras, exiliado en la India para viajar posteriormente a Francia, dio declaraciones únicamente cuando vio su reputación amenazada por las rabietas de Díaz Ordaz. Un individuo de ese carácter ético simplemente no puede concluir una tarea por demás imposible si no modifica su metodología –cosa que le habría ganado la deshonra definitiva del PRI, lo cual, obviamente, no haría.
Si bien Octavio Paz inscribió en El Laberinto de la Soledad ensayos con miras a definir México y lo mexicano, le quedó muy grande –demasiado grande- el caballo: solo por considerar “El pachuco y otros extremos”, vemos a un escritor que ignora absolutamente el carácter cultural del rebelde protagonista de un choque étnico en una tierra que es su suelo, pero no su patria, cosa que necesariamente lleva al conflicto; así es que un pachuco pudo ser cualquier otra cosa menos eso que describe Paz. Acaso con reservas podemos aceptar algunas declaraciones en “La inteligencia mexicana”, por ejemplo; aún así, me pregunto ¿es esto la definición de México y lo mexicano? ¿Tan pobre es la visión del gran intelectual de México? ¿O en tan baja estima tuvo Octavio Paz a sus lectores? Paz ya terminó sus días y en su lugar aparece otro intelectual prácticamente cortado con la misma tijera. Aunque Enrique Krauze no llega ni por muy lejos a la altura intelectual de Paz; aunque la simpatía del mexicano promedio por Krauze está infinitamente lejos de la simpatía que sintió por Paz, es éste quien ocupa ese mismo puesto y ejerce el mismo poder que en su momento tuviera el pirata de Elena Garro y de muchos otros más. Y detrás –más bien, por encima- de estos dos individuos -por no mencionar a Carlos Fuentes y su famosa frase “Echeverría o el fascismo” y otros intelectuales que por ese mismo lado se movían-; por encima de todos estos surrealistas momentos del México moderno, antecedente directo de nuestra actualidad, brota nuevamente, imperativa y con una urgencia brutal, la pregunta: ¿Qué es esto en lo que vivimos y que –al menos en el papel de una constitución mancillada y pisoteada hasta el cansancio- nos forma como mexicanos? A esta pregunta cabe no solamente atender en un afán de respuesta satisfactoria, sino voltear a ver nuestra realidad. Y nuestra realidad únicamente puede ser vista desde los lectores de nuestra realidad: la fuerza intelectual de México. Y aquí comienza una de las mayores dificultades: ¿Es verdaderamente posible responder a la pregunta? Y más aún, de ser esto posible: ¿Quién o quiénes son, entonces, los responsables de contestar a esta pregunta y todas las que de ella se derivan?
Es urgente abordar el tema; y la urgencia obliga a destituir nominalmente a esos que ocupan los mandos institucionales, ya que ellos mismos se han destituido por esa falta de interés en su pueblo: ¿Cuándo fue la última vez que las autoridades institucionales culturales mexicanas anunciaron y demostraron cabalmente su preocupación por México? Y entre los portavoces de la cultura, nuestros artistas y nuestros intelectuales, aquellos que obligadamente deben responder a todos estos cuestionamientos. ¿Qué es de ellos? ¿Son verdaderamente capaces, ya no de responder a estas preguntas, sino responder de acuerdo a su dignidad y su competencia? Siendo más puntual: ¿Son nuestros artistas realmente artistas? ¿Son nuestros artistas y nuestros intelectuales verdaderamente amantes de la definición de nuestra realidad? ¿Están verdaderamente preocupados por nuestra realidad? Más aún: ¿Son nuestros artistas y nuestros intelectuales realmente capaces? Pues es obligación del artista definir en un impacto intelectual y estético la realidad que día a día construimos y nos circunda, comprometido con todos y cada uno de los que formamos esta nación, con una verdadera responsabilidad política, es decir: despegado de toda inclinación partidista, ya que no existe en México gesto social más espurio que la inclinación partidista, cualquiera que esta sea.

David Alfaro Siqueiros
Autorretrato (El Coronelazo)
Piroxilina sobre celotex
1945
91.5 x 121.6 cm
Acervo Constitutivo, Museo de Arte Moderno, INBA

Para muestra, un botón: sacude mucho más el Guernica como alarido de la crueldad de la guerra que los ideales del bando republicano y del bando nacional juntos; mueve más el furor humano de los murales de Siqueiros que sus ideas stalinistas y todas las intenciones del partido comunista y su contraria, la derecha en el poder que ahí desarrollaba la enorme y aplastante maquinaria priísta. Los partidos son solamente eso: partidos; no les interesa el bien de la nación más que los intereses particulares; de hecho no les interesa el bien de la nación. ¿Cómo confiar en ellos la significación de México y lo mexicano, si es que eso existe? Y buscar a nuestros artistas, ¿en dónde? ¿De qué manera, en qué sitio, encontramos a nuestros artistas? En la institución educativa, ni pensarlo: las facultades de artes de todo nuestro país están más perdidas que turco en la neblina. Las subsecretarías y los mal llamados consejos de cultura de cualquiera de los 31 estados, dependen de la Secretaría de Cultura, que comenzó a funcionar como tal el 18 de diciembre de 2015: es importante saber que el extinto Consejo Nacional para la Cultura y las Artes se convirtió desde esa fecha en Secretaría de Cultura, por lo que instituciones como Conarte, en Nuevo León, ostentan un nombre a todas luces engañoso, ya que se trata únicamente del nombre de un organismo descentralizado, como lo confirma claramente la página de internet del gobierno del Estado de Nuevo León, http://www.nl.gob.mx/dependencias. No ahondaremos más en esto, ya que no es competencia de este escrito hablar de los usos y costumbres de las autoridades de Conarte; quien esté interesado en conocer los pormenores, puede consultar cuál es la naturaleza legal y funcional de un organismo descentralizado. Y de todos modos, las subsecretarías de cultura no tienen la capacidad de definir los rasgos culturales que hablen de nosotros: a duras penas pueden solventar la nómina de sus empleados, quienes en su mayoría trabajan únicamente lo que la legislación les obliga a hacer y la labor cotidiana de medir el pulso de la cultura no forma parte de sus tareas.
En algún lugar –insisto- se debe encontrar a los artistas que puedan realizar la invaluable labor de definir nuestro carácter. Si bien la institución pública resulta incompetente para llevar a cabo tal tarea, debe existir una vía por la cual esto sea posible, lo que nos lleva a pensar en la institución privada. Y la institución privada, por el mismo carácter de su nombre, es incapaz de realizar esa tarea. Aún así, hay quienes realizan algún esfuerzo por desarrollar la invaluable labor de definir, mediante los artistas y su obra, el rostro o los rostros de México: desde hace años, una mujer que escribe bajo el seudónimo de Avelina Lésper ha desarrollado opiniones, bajo la forma de escritos y declaraciones en video, en una tentativa de convertirlos en crítica de arte, cuestionando duramente la labor del arte contemporáneo y sus intenciones dentro del mercado y su representatividad. Uno de los temas centrales de sus escritos ataca la legitimidad de las obras de arte contemporáneo, ya que este se vale –principalmente- de materiales que no han sido creados originalmente para ser destinados a convertirse en obras de arte, aparte de la narrativa poética y sus intenciones de contenido que de estas se desprenden. Junto a esto, ha denunciado el escandaloso avalúo de sus piezas de arte contemporáneo en museos, galerías y subastas, poniendo en tela de juicio la honestidad del mercado del arte contemporáneo. Llamándolo “Arte VIP”, siglas de modalidades de obras de arte contemporáneo (por ser iniciales de videoarte, instalación y performance), lo desacredita haciendo uso de argumentos ridiculizantes en contra del segmento del arte contemporáneo. Se puede apreciar –al menos en apariencia- una genuina desaprobación de todo el circuito del arte contemporáneo; sin embargo, de sus virtudes se desprenden sus flaquezas: la autonombrada Avelina Lésper, defensora principalmente del arte moderno, esgrime contra el arte contemporáneo argumentos que se acomodan perfectamente contra las debilidades del arte moderno -y de pasada también del arte clásico. Y es ahí justo donde termina la crítica de arte y comienza el show mediático de baja calidad, ya que si bien denuncia todas esas debilidades del arte contemporáneo -debilidades muchas de las veces finalmente ciertas-, lo hace desde una trinchera ridículamente ingenua; es decir, en tanto crítica sus argumentos son inaceptablemente pobres tanto filosófica como sociológica, económica y antropológicamente hablando, sin contar que su conocimiento de la historia es inocente a niveles ignominiosos.
Como ya iremos viendo, la obra de arte es hija de su tiempo y obligadamente producto de su entorno, lo cual no excluye su inserción en el gran cúmulo de piezas que conforman el universo artístico desde que existe el arte como circuito completo; es decir, desde que las condiciones económicas, políticas, tecnológicas y sociales lo permiten. Dicho con otras palabras: en virtud de su riqueza simbólica, la obra de arte posee esa cualidad de impactar estética y conceptualmente a los de su tiempo como a las generaciones por venir. Esa es la gran aportación histórica, filosófica y estética del arte, amén de otras cualidades que en tanto tema o contenido otorga. La obra de arte es necesariamente inseparable del contexto de su creación. Es decir, no solo es ingenuo, sino del todo irresponsable, despojar a la obra de arte de sus condiciones históricas, tecnológicas y mercantiles: no existe la belleza per se, búsquesele por donde quiera. Es verdaderamente alarmante observar cómo una persona que se llama crítica de arte tenga la osadía de citar frases sacadas de internet (“Aristóteles dice que el arte es un proceso de creación razonado; Jung dice que el arte es eso que nos va a salvar de la barbarie”, en https://www.youtube.com/watch?v=f4vrG3WI35k). Uno de los necesarios e ineludibles dominios del crítico de arte es precisamente el conocimiento filosófico: Aristóteles jamás escribió eso que cita Avelina; en la misma situación se encuentra Carl Jung, amén de la distancia casi insalvable que separa el pensamiento de uno y otro.

Leonardo da Vinci
Salvator Mundi
circa 1500
Óleo sobre nogal
45.4 x 65.6 cm.
Colección privada

Ignorar la influencia de la fotografía en el surgimiento del arte moderno es un atrevimiento más bien propio del joven insulso que del intelectual impertinente; hablar de la grandeza de un artista por la vida tormentosa que llevó se acerca más a la Rosa de Guadalupe que a la historia del arte a través de sus artistas: ¿Desde cuándo las amargas lágrimas son el alimento del artista? ¿Dónde queda el trabajo y la profunda humanidad que imprime en su producción simbólica? No es lo mismo dramaticidad de una pieza que cursilerías lacrimógenas. Del mismo modo, Avelina acusa al circuito del arte contemporáneo de vender sus piezas a precios exorbitantes, mientras Salvator Mundi, una pieza de Leonardo da Vinci, fue vendida en la casa de subastas Christie's de Nueva York el 15 de noviembre de 2017 por $450;312,500 (cuatrocientos cincuenta millones trescientos docemil quinientos dólares, incluyendo los gastos administrativos); asimismo denuncia que el arte contemporáneo sirve para lavar dinero: el museo Louvre, en París, uno de los máximos recintos que albergan piezas de arte anteriores al impresionismo (que fue el comienzo del arte moderno) fue promovido primero por Catalina de Médici y luego por Felipe IV (de las dinastías Médici y Borbón, respectivamente), para exhibir sus piezas, por cierto no muy honestamente adquiridas: en tanto ser parte de los primeros banqueros, los Médici se encuentran entre los creadores del lavado de dinero.

Ron Mueck
A girl
2006
Poliéster, resinas y silicona
2.60 mts
Colección privada

El tema del mal uso de materiales por parte de los artistas contemporáneos es otro de los grandes ataques de Avelina; sin embargo, en todos lados se cuecen habas: muchas piezas de Jackson Pollock, por ejemplo, se están resquebrajando, principalmente porque el artista no supo cómo plasmar su obra de modo que esta durara más de un siglo; La Última Cena de Leonardo ha sufrido tantas restauraciones que fue terriblemente modificada: esas restauraciones son producto de un pésimo manejo de los materiales por parte del artista, quien más que artista fue un excelente inventor (dejemos esa discusión para otro momento, ya que hay mucho que hablar de Leonardo). Por el contrario, no parece haber un mal manejo de materiales en esta pieza tan magistralmente acabada como perturbadora de Ron Mueck, "A girl".

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Las Meninas (La familia de Felipe IV)
Óleo sobre lienzo
318 x 276 cm
1656
Museo del Prado
Madrid, España

La recriminación de elitismo por parte Avelina tanto a los artistas como a los críticos de arte contemporáneo es que si no conoces el contexto, no entenderás la pieza. De hecho, cabe preguntarse si es necesario conocer algo de historia y/o filosofía para apreciar a cabalidad Las Meninas de Velázquez, por ejemplo: si bien el goce estético es una de las finalidades de la obra de arte, el trabajo intelectual no puede quedar a un lado: la obra de arte mueve, necesariamente, a la reflexión; de lo contrario, la apreciación de una obra de arte podría compararse sin ningún problema con el disfrute de una película taquillera o el entretenimiento de un programa de Chavana en el canal 12 de Monterrey (o cualquier programa de revista que se transmite por las mañanas en cualquier canal de TV abierta). Dicho en pocas palabras: quien suscribe bajo el seudónimo de Avelina Lésper se está burlando de la inteligencia del mexicano promedio esgrimiendo argumentos ciertos parcialmente e ignorando los asuntos verdaderamente importantes del mundo del arte: Avelina Lésper es en la crítica de arte lo que Jaime Maussán en la divulgación científica. Y lo que es aún más vergonzoso: ¡Los artistas le hacen caso! Está en boca de muchos de nuestros artistas, tanto modernos como contemporáneos.
Definitivamente es de toda urgencia abrir bien los ojos y agudizar bien el criterio, tanto a nivel personal como cultural; y si bien la institución académica es incompetente para tal tarea; si la institución cultural ignora olímpicamente su obligación; si la institución privada ofrece espejitos en la zona Maco y verdulería a nombre de crítica de Avelina Lésper; si los involucrados en el circuito artístico ignoran las inquietudes del público; si el público, en su pereza intelectual, acepta cualquier argumento por quedar más o menos acorde a sus inclinaciones como no especialista en el área; si no hay institución alguna que se preocupe por hacer del mundo del arte un mecanismo de engranajes que funcione adecuadamente, es entonces labor de aquellos profundamente interesados en nuestra cultura tomar las riendas de la producción simbólica. Hay mucho, muchísimo trabajo por realizar; sin embargo, sea este un primer paso en una secuencia que termina donde comienza la cultura: nunca y siempre.
Edgar Leal