Valga este título para representar una situación muy peculiar por la que pasa nuestra cultura regiomontana -llamémosle, no sin cierta licencia, psique social. No nos detendremos en pormenores históricos: los judíos sefardíes, pilares de nuestra historia -solo la historia conocida- y originadores del sistema semifeudal que vive Monterrey; si Bernabé de las Casas era tinerfeño (nativo de Tenerife), con marcados rasgos mulatos o si fray Servando y Alfonso Reyes sean los únicos próceres universales de nuestra cultura en los 422 años de existencia de Monterrey desde su fundación, en 1596. Hablemos, pues, del presente inmediato y lamentablemente la situación más deplorable que ha tenido como cultura en todo su haber, tanto en sus desarrollos artísticos como en la condición de sus instituciones culturales, así públicas como privadas. Y como si fuera la firme intención de la cultura –aunque no toda, sí una gran parte– esta se muestra cada día más golpeada, como si a cada momento perdiera un poco más seriedad y dignidad. Y el asunto se vuelve de una gravedad insostenible cuando las caras de todas las instituciones culturales, simultáneamente, cometen los más graves errores; peor aún: frente a los ojos de los regiomontanos.
Casi como si sonara a una extraña paradoja, una de las armas más poderosas usadas contra la cultura regiomontana a lo largo de su historia reciente ha sido justamente la llamada “cultura del trabajo”, de la cual el habitante regiomontano promedio ha sido una feliz víctima: en su gran mayoría empleados de alguna empresa, no tienen tiempo para pensar en el desarrollo humanístico. Y aquí comienza la gran paradoja: una megalópolis, cuyo asombroso flujo de dinero no se corresponde, ni por muy lejos, con el desarrollo de sus expresiones artísticas, humanas y culturales en general, ¿es posible? ¿Acaso -preguntará el ciudadano promedio- deben tener alguna relación ambas caras de la sociedad? El empresario y el artista, dos personajes contrastantes de cualquier entorno social, ¿guardan algún parentesco? ¿Cómo se mide esta proporción? Efectivamente, hay modos muy puntuales de realizar estas mediciones. También efectivamente, una es signo y reflejo de la otra, siempre desde la base que hace posible cualquier desarrollo social: el capital. Y el manejo de este curioso elemento básico es idéntico en ambos campos. Baste la mención, para comenzar, del gran orgullo que siente el regiomontano promedio del comportamiento social: siempre defendiendo la imagen del buen trabajador, que no tiene oportunidad de “perder el tiempo” reclamando sus legítimos derechos; mucho menos tendrá tiempo para aquello conocido como “ocio digno”; es decir: las expresiones artísticas y del pensamiento. De ninguna manera: eso es para los desquehacerados del centro y sur del país. Difícilmente el regiomontano se dará a la tarea de preguntarse cómo, porqué y desde cuándo Monterrey es la ciudad de las riquezas: es menester enterarse que no hace muchos años y por no muy decentes modos, los primeros grandes regiomontanos comenzaron a producir cantidades impresionantes de dinero, siendo que antes su tierra apenas tenía importancia como ciudad, quedando incluso debajo de Saltillo, por dar un ejemplo.
Así es: el capital como fuente primigenia del carácter de una cultura. El problema no es este principio del desarrollo de toda sociedad, -no existe otra manera de lograr el desarrollo de una sociedad- sino los modos en que este capital es producido, empleado y, lo más importante: las intenciones con las que se construyen sus finalidades. Así como se ha inculcado de una manera asombrosa ese orgullo por lo que no se tiene -estaremos de acuerdo en que la gran mayoría de los habitantes de Monterrey no tiene cubiertas todas sus necesidades en comparación con la cantidad de dinero que circula- es que también se ha ido adaptando este mismo discurso local al avance histórico de la sociedad global: la posmodernidad y la era postindustrial. Y los rumbos que estos movimientos generan se vuelven alarmantes hasta el escándalo: una cultura cegada históricamente, de pronto se vuelve un vil señuelo, un burdo engaño, a sus habitantes: el tratamiento de la llamada posthistoria. Es urgente entender que no podemos hablar de posthistoria sin dominar la historia; es tan absurdo como querer correr cuando apenas se está aprendiendo a gatear. No es sencillo hacerlo evidente cuando se está dentro de la vorágine; sin embargo, con la ayuda de las sentencias de Baruch Spinoza, célebre filósofo holandés del siglo XVII -y ciertamente judío sefardí, igual que nuestros ilustres fundadores de Monterrey- podremos apreciarlo con más claridad.
Para Spinoza, la certeza en la apreciación de las cosas que conocemos -entendemos esto como comprender cabalmente nuestro entorno- depende de tener una idea clara de las cosas que estamos viendo y que, de algún modo, nos quieren mostrar. Digo y reafirmo “nos quieren mostrar” por la sencilla y contundente razón que el signo -todo aquello que funciona para lograr el entendimiento entre los individuos, las instituciones y las sociedades- requiere, para existir, de dos elementos: invención y convención. Entendemos por invención cuando un individuo, de un modo más o menos arbitrario, enuncia la existencia de algo; así como tendremos por convención cuando ese algo de lo que se habla es aceptado por el resto del universo implicado. Esto es: para que exista un signo, es necesario que alguien lo enuncie y el resto lo asuma. De ahí que los semiotas y los estudiosos del lenguaje afirmen que el signo es convencional y arbitrario. Arbitrario porque alguien -persona o grupo- lo instituye; convencional porque el resto de las personas acepta su uso y sus funciones. Del uso que se aplique para los fines previstos es que sus resultados se apreciarán por los miembros del universo cultural.
Regresando a Spinoza, dice este que el entendimiento funciona de acuerdo a la apreciación de las ideas, comprendiendo como idea todo asunto o cosa que pueda cruzar por la mente y con miras a ser compartida y dilucidada. Existen, pues, para Spinoza y el spinozismo, ideas falsas, ficticias, ilusorias y verdaderas; cada una tiene su explicación. Comencemos, pues, con la que más se ajusta al texto que nos tiene aquí: el caso de Opus y Radio Libertad, el cual veremos detalladamente a continuación. Explica, pues, Spinoza, que la idea falsa “implica el asentimiento; es decir… que, al presentarse a la mente las representaciones, no se le presentan las causas por las que ella puede colegir” (Spinoza, “Tratado de la Reforma del Entendimiento”, p. 102, Alianza Editorial, Madrid, 1988). Dicho con otras palabras, una idea falsa es todo aquello que se pueda presentar a la mente sin que se muestren ni entiendan las causas que la originaron. Y aquí comienza una de las gravísimas fallas que están resquebrajando a la cultura de Monterrey: hace poco más de un año, Opus 102.1 FM fue, por decisión del gobernador de Nuevo León Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón y con un aviso al público de dos días de anticipación, deliberadamente removida para pasar a sintonizarse en el 1510 de AM, quedando en su lugar la hoy conocida como “Radio Libertad”, propuesta por el gobernador en cuestión; es decir: se procedió a su virtual y paulatina desaparición. A raíz de este suceso se formó el grupo “Opus” en pos del regreso de Opus a su frecuencia original: 102.1. Desde su primera aparición en calidad de protesta en la Explanada de los Héroes el domingo 30 de julio de 2017 hasta la fecha, el grupo se ha manifestado para exigir el regreso de Opus y la migración de Radio Libertad a cualquier otra estación, de AM o FM, que implique el respeto a Opus en la 102.1 de FM. No bastando la insistencia institucional en dejar Radio Libertad, tras diversas reuniones con autoridades de TV y Radio NL, así como con el gobernador Jaime Rodríguez y con Manuel González -gobernador interino mientras Rodríguez se encontraba en campaña para contender por la presidencia de México- Radio Libertad se quedó en 102.1 de FM, dejando a Opus en 1510 de AM. A partir de octubre de 2017 se hizo caso omiso a las exigencias del grupo “Opus”, que realmente representa a la cultura neolonesa, pues se trata de un grupo que ejerce una protesta ciudadana hecha por ciudadanos. Sin embargo, desde hace varias semanas se han logrado reanudar las charlas en torno al asunto, aunque esta vez se ha invitado al grupo “Opus” a discutir la pertinencia del regreso de Opus a FM y la migración de Libertad a cualquiera otra estación ajena al 102.1 FM.
Gerardo López Moya, locutor del programa de radio “Taller Abierto”, de Radio Libertad, fue el encargado de recibir a distintos miembros en representación del grupo “Opus”: Oscar “Zensei” González, José Luis Rodríguez, Héctor Leal y un servidor, en una primera reunión, para discutir los desacuerdos. Detalle interesante fue un comentario emitido por López Moya: “Hay falta de representatividad”, queriendo decir con esto que el grupo “Opus” no tiene representatividad: y es justamente la falta de representatividad lo que acusa tal afirmación: no acudió al programa el gobernador y, aunque Osvaldo Antonio Robles López, director de TV y Radio NL nos acompañó -desde afuera de la cabina- no intervino esa primera ocasión. No es necesario mencionar que López Moya no tenía una idea clara de los detalles de la protesta: no ha asistido los domingos y por el tono de las preguntas que realizó, ni sabe ni le interesa saber qué es lo que ocurre; antes bien, a juzgar por la calidad de sus comentarios, tenía instrucción de simplemente desacreditarla por todos los medios posibles. Hubimos de aplazar la discusión a la siguiente semana -7 de agosto- para reanudar el diálogo, esta vez con ciertos cambios: un servidor no pudo asistir; estuvieron, en cambio, Héctor Leal, Oscar “Zensei” González, José Luis Rodríguez y Javier Castillo, todos miembros activos del grupo “Opus”. Destaca la asistencia, esta segunda ocasión, de Osvaldo Robles, quien -ya mencionamos- es el director de Radio y TV NL, así como Cuitláhuac Quiroga Costilla, conductor del programa “La Raya del Vértigo”, que se transmite los lunes de 18:00 a 19:00 horas y Genaro Saúl Reyes Calderón, quien conduce el programa “35 milímetros” los viernes de 18:00 a 19:00 horas, así como co-conduce al lado de Gerardo López Moya el programa “Todo cabe en un jarrito” los jueves de 13:00 a 14:00 horas, todo desde las filas de Radio Libertad. Es importante mencionar que tanto Cuitláhuac como Genaro Saúl son reconocidos intelectuales en el ámbito cultural de Nuevo León y tienen una colaboración activa en Radio Libertad. Sorprendió la inesperada invitación, por parte de López Moya, de ambos personajes, sobre todo en la inteligencia de su prestigio intelectual, contrastando terriblemente con el propio de López Moya: no es lo mismo famoso que talentoso. Entonces, las cosas tomaron un tinte distinto ese 8 de agosto: comenzando por las declaraciones tanto de Cuitláhuac como de Genaro Saúl, quienes parecían estar dictando cátedra al respecto de qué es y qué no es cultura. Y es verdaderamente admirable el desempeño de ambos, principalmente cuando se trata de tergiversar el sentido de las cosas con la finalidad de justificar las acciones injustificables. Y es aquí que acudimos de nuevo a Spinoza para que nos ayude a desentrañar la definición de las ideas ficticias, pues estas se forman cuando, tras afirmar una ficción, dar a esta en calidad de certeza para pasar a otra cosa, haciendo uso de argucias retóricas para que esta ficción pase por verdad y evitar así cualquier cuestionamiento: “Quizá alguien piense que la ficción tiene por límite la ficción y no la intelección, es decir, una vez que he fingido algo y, haciendo alarde de cierta libertad, he afirmado que existe así en la realidad, eso hace que no pueda después pensarlo de otra forma”. Procediendo mediante argumentos de este tipo, no es difícil dar «gato por liebre» a la hora de emitir una planteamiento bajo el supuesto de una mejora, no en la calidad de la radio -indiscutiblemente bajó la calidad en los contenidos que transmite Radio Libertad en comparación a los que transmitía Opus- sino en su carácter de “inclusión”, ese tema que ha sido objeto de los más acendrados debates en los últimos tiempos: “Pero en sí la cultura es un todo: todo aquello donde quede registro del ser humano es cultura” argumentó Genaro Saúl en el minuto 16:45. A esta afirmación cabe responder que efectivamente es cierta; sin embargo, es menester considerar la intención bajo la cual se afirma dicha frase; en pocas palabras, “todo aquello donde quede registro humano” es una afirmación tan elástica que se puede usar para corroborar, en el sentido estricto de la palabra, cualquier cosa, sea verdad o mentira. O como dijera Umberto Eco en su célebre libro “Tratado de Semiótica General”: “La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda CONSIDERARSE como signo. Signo es cualquier cosa que pueda considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe subsistir de hecho en el momento en que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir… Si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad no puede usarse para decir nada”. (Eco, Umberto, “Tratado de Semiótica General, p. 22, 5ª edición, 2000, Ed. Lumen, Barcelona, España). Es de sorprenderse que un intelectual con tal prestigio en el ámbito académico y mediático tenga esas desafortunadas intenciones con la finalidad de confundir a sus interlocutores, así como convencer a los radioescuchas que está diciendo la verdad. Y regresando a nuestro filósofo Spinoza, podemos decir con él que “…cuanto menos entiende la mente y más cosas perciba, mayor poder tiene de fingir, y cuanto más entiende, más disminuye ese poder… mientras pensamos, no podemos fingir que pensamos y que no pensamos, así también, una vez que hemos conocido la naturaleza del cuerpo, no podemos fingir una mosca infinita… Por ejemplo, una vez que he fingido (por hablar como ellos) que la naturaleza del cuerpo es tal y he logrado persuadirme, usando de mi libertad, que es realmente así, ya no puedo fingir, por ejemplo, una mosca infinita…”. Dicho con nuestras palabras, hablando en la inteligencia de una intención clara y honesta, no sería posible afirmar que “la cultura es todo”: esto es equivalente a decir que la cultura es nada. Es precisamente por afirmaciones como esta que la idea de inclusión toca, políticamente, los más ridículos absurdos por los cuales pasa la cultura global. Que un especialista en lenguaje juegue con estas afirmaciones solo da lugar a que estas sean consideradas como un deliberado embuste.
Para continuar con nuestro entendimiento de las ideas ficticias, tenemos las declaraciones de Cuitláhuac, quien manifestó en el minuto 11:40 “En la medida en que construyamos medios más democráticos, más incluyentes y más participativos, donde también se encuentren las deliberaciones y las disidencias, en esa medida reflejamos más el ambiente democrático del Estado… Entonces, si el debate es si es incluyente o es incluyente esta propuesta… en esta importante marca que se llama Libertad, pues creo que no ha lugar, porque la propuesta que tenemos ahora es una propuesta que escuchó a todos, es una propuesta que incluye a todos y es una propuesta que siempre piensa por todos”. Aquí estamos frente a una argumentación más sutil, aunque de fondo mucho más engañosa: es lo que los oradores retóricos medievales llamaban Petitio principii o “Petición de principio”: esto ocurre cuando la conclusión del argumento se encuentra implícita entre las reglas: “En la medida en que construyamos medios más democráticos, más incluyentes y más participativos, donde también se encuentren las deliberaciones y las disidencias, en esa medida reflejamos más el ambiente democrático del Estado”… un momento: fue precisamente el gobernador quien, como representante del Estado, tomó deliberadamente y sin consulta alguna la decisión de migrar Opus a AM. Al parecer la falacia la encontramos justamente en la pregunta: ¿qué es, entonces, lo democrático? La decisión de migrar Opus, definitivamente no. Ahora bien: podemos entender -nunca justificar, sino solamente entender- que el gobernador haya ejecutado el arbitrio de imponer Libertad en el 102.1 FM y, para hacerlo, migrar Opus al 1510 AM; sin embargo, bajo absolutamente ningún argumento podemos entender esa decisión como democrática: ¿quién puede afirmar falla lógica tan grande?
Es verdaderamente desalentador que intelectuales como los dos de quienes hemos hablado tengan la valentía de jugar con argucias retóricas con la finalidad de convencer: ¿cayeron en los más básicos errores lógicos? ¿En verdad están convencidos de tales afirmaciones? ¿Utilizaron su investidura con la deliberada intención de mentir? ¿Qué es lo que persiguen con tales declaraciones? Quizá sea la llamada “línea” política. Es bien sabido que en cualquier ámbito político, la meritocracia poco o nada tiene que ver con la jerarquía de algún puesto burocrático -trabajar en Radio Libertad es, por antonomasia, ocupar un puesto burocrático. Entonces: ¿están, tanto Cuitláhuac como Genaro Saúl, defendiendo su puesto en Radio Libertad, apoyando a su vez a Gerardo López Moya? Cabe mencionar que este último no tiene idea de lo que ocurre y si bien se ha desempeñado a lo largo de su trayectoria profesional como un reportero con actitud más bien prosaica, es un neófito de los estudios lingüísticos, a diferencia de Quiroga y Reyes; sin embargo, López Moya se esfuerza terriblemente por desacreditar la legitimidad del grupo “Opus” y de la protesta ciudadana que por más de un año hemos sostenido, domingo tras domingo, para regresar a la ciudadanía su legítimo derecho de cultivarse por medio de la estación. ¿Hay algo que no sepamos? Quizá yendo un poco más a fondo en el tema logremos desentrañar, al modo del investigador -pues, etimológicamente hablando, investigar significa algo así como despojar las vestiduras- algo que no sepamos.
Cuitláhuac funge como director de Tilde Editores, la cual ha publicado libros para la institución, tanto académica como gubernamental -particularmente la UANL y el Gobierno del Estado de Nuevo León. No se niega -en absoluto- su profesionalismo como editor de libros y conocedor de las letras. Antes bien, al contrario: es en virtud de su amplio conocimiento y la calidad de su desempeño técnico como editor que sabemos de quién hablamos. Lo verdaderamente desconcertante es darnos cuenta de las razones por las cuales ha participado en este deliberado intento por confundir a los miembros del grupo “Opus” mediante argumentaciones cuidadosamente construidas, pero en todo caso falsas: ¿se sentirá obligado a defender la legitimidad de Radio Libertad, aún a costa de arriesgar su prestigio como intelectual? Una respuesta afirmativa sería muy desafortunada.
Por su parte, Genaro Saúl, quien trabajó durante muchos años como docente en el entonces Colegio de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL; un profundo conocedor académico en su ramo y con amplia trayectoria en crítica cinematográfica, así como buen reseñista de lucha libre, uno de sus pasatiempos favoritos y uno de los temas de cultura popular más destacables del universo cultural mexicano; este reputado intelectual, ¿qué motivos puede tener para caer, al igual que Cuitláhuac, en una circunstancia tan embarazosa como mentir abierta y públicamente, defendiendo lo indefendible? Sabemos que Genaro tiene muchos años colaborando en Radio NL, así como su historial de publicaciones le respalda en tanto escritor y pensador. ¿Qué le apremiará a arriesgar su historial y la seriedad de su imagen? Entonces y dadas las circunstancias, entendemos que no será difícil ir contra toda regla para intervenir un horario que por ley es designado a la transmisión de los valores culturales, tanto nacionales como estatales, los domingos de 22:00 a 23:00 horas, es decir: la Hora Nacional. Sí: Genaro Saúl Reyes ha tomado -en diversas ocasiones- la decisión de intervenir en ese horario. ¿Qué autoridad, pues, le confiere tales permisos? A partir de su nombre: Genaro Saúl Reyes Calderón, es de muchos sabido entre el público general, así como de miembros de Radio NL en particular, que guarda una relación de parentesco con una persona en particular, cuyo nombre completo es: Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón… efectivamente, el actual gobernador del Estado de Nuevo León. ¿Será, entonces, que las intenciones que se ocultan tras un inocente programa de radio, en el cual se discuten puntos como inclusión, democracia y pluralidad, sean tan obscuras como la defensa de lo imposible solamente por conservar una jerarquía que absolutamente nada tiene que ver con el desempeño profesional, el talento y la dignidad? El mismo que Osvaldo Robles ha tenido que defender bajo los más absurdos argumentos, obligado desde su inexperiencia burocrática -después de trabajar dieciséis años como reportero e Instructor de periodismo en el periódico “El Norte” del grupo “Reforma”, en 2015 es llamado por Jaime Rodríguez para ocupar el puesto de Director de Enlace y Prensa de la Coordinación General de Comunicación Social del Estado de Nuevo León, para ser nombrado, en abril de 2016, como Director de Radio y TV NL. Retomo: sin ninguna experiencia burocrática y desempeñando un puesto de reportero en un periódico particular durante toda su carrera, de la noche a la mañana se le asignan tareas en el buró gubernamental. Presa fácil de un político con harta experiencia en las filas del PRI.
Y es el mismo Osvaldo Robles quien declaró en el programa del 8 de agosto, minuto 26:30 que “el gobernador convocó a un grupo de la audiencia de Opus a tener una reunión con él y a sentarse a dialogar: una mesa de negociación que estuvo presidida entonces por el maestro Manuel Yarto y con ellos se llegó a un acuerdo; esa mesa de diálogo que fueron muchísimas sesiones de muy largas horas… La mesa fue moderada por el presidente de Conarte, Ricardo Marcos y en esa mesa se acordó lo que hoy tenemos como programación en Libertad”. Es curioso notar que los miembros de “Opus” al programa “Taller Abierto” ignoraban esa reunión de la que Robles hacía mención; sin considerar que el doctor Manuel Yarto Wong -quien se desempeña como profesor-investigador de comunicación en la Universidad Regiomontana desde 1997- no pertenece al grupo “Opus”, así como el grupo desconoce su representación en el mismo. Es decir, ¿qué ocasionó que Yarto presidiera una reunión con el gobernador Jaime Rodríguez para acordar los -presuntos- términos en los cuales quedaría la impuesta Radio Libertad? Si consideramos que el mencionado acuerdo fue durante principios del otoño de 2017, debe existir alguna razón que le colocara en esa inventada reunión; más aún implicando a Ricardo Marcos, presidente de CONARTE, en la mencionada reunión. Buscando un poco, daremos con la información relativa a la entrega, por parte de la Asociación de Periodistas de Nuevo León “José Alvarado Santos”, del Premio Anual de Periodismo “Francisco Cerda Muñiz” 2017, en la categoría de Maestro Periodista, a Manuel Yarto Wong.
Cabe mencionar que la categoría de Maestro Periodista no existía hasta la edición del año en mención. ¿Un premio de generación espontánea? ¿A un profesor que, mágica y misteriosamente, sin pertenecer al grupo “Opus” se toma una licencia que no le pertenece, faltando con esto a toda ética del ejercicio y la investigación periodísticos? ¿Premiado tras un acto tan vergonzoso? Creo que hay algo -muchos algos- que definitivamente no cuadra(n). Sin embargo, las autoridades estatales lisa y llanamente se niegan a devolver ese tesoro que llevaba 27 años transmitiendo música genuina y con un contenido innegablemente enriquecedor, comentado por locutores que conocían a fondo cada tema que trataban, aterrizando al escucha en el contexto histórico, simbólico y social pertinente a cada pieza, opera o sinfonía que transmitían. Es simplemente incomprensible que, a lo largo de esos 27 años, apenas hubo algunos cambios en determinadas y puntuales partes de la programación, siempre respetando la estructura funcional de la estación, desde que se estableció; en contraste, Radio Libertad, a un año de su imposición -no es lo mismo que creación- va hasta este momento -oficialmente- en su pauta número 74; extraoficialmente, lleva más de 150 cambios y sigue sin tener pies ni cabeza. Evidentemente, los hechos hablan por sí solos. Y sea esta, dada la pertinencia, una respuesta clara a la pregunta: ¿porqué Monterrey ha tenido solamente dos pensadores universales en su historia, si las condiciones en su flujo de capitales debe dar para mucho, mucho más? Definitivamente Monterrey tiene suficiente cantidad de artistas e intelectuales de talla mundial. El enorme problema -lo cual constituye un estorbo para el desarrollo cultural- es que, por un lado, las autoridades parecen hacer un gran esfuerzo por no dejar brillar a nuestra cultura, mientras por el otro lado aquellos artistas e intelectuales que logran hacer contacto con la institución burocrática no tienen empacho en echar a perder su dignidad de profesionales artístico-intelectuales por unos cuantos pesos, hundiendo a su paso a aquellos que sí tienen todas las posibilidades para brillar y hacer brillar a nuestra tierra. Sea definida, pues, la realidad desde los elementos objetivos de la realidad.